sábado, 25 de agosto de 2007

525.600 minutos



525.600 minutos. ¿Cómo se miden los años?

En ese tiempo algunos no hacen nada más que dormir, comer y quejarse. Otros se quejan, y comen y duermen entre quejidos vacíos. Alguno come poco, duerme menos y no piensa ni en quejarse. Otros, comemos demasiado, dormimos solos en una cama vacía y pensamos que el esfuerzo de quejarse quizá no valga la pena.

Otra gente, en 525.600 minutos es capaz de dar la vuelta a su vida. Cambiar de amigos, cambiar de trabajo, de ciudad, de actitud y de ilusiones, incluso todo a la vez. Un año no es mucho (yo ya tengo unos cuantos en cada bolsillo), pero a veces se queda marcado a fuego en la memoria.

He visto el musical Rent en vídeo y me ha sorprendido con su nueva aproximación a la bohemia, con la reinterpretación de aquella ópera de Puccini, de los elementos que mueven a otras obras como Moulin Rouge y, por ende, al mundo: belleza, libertad, verdad y amor.

Por momentos como el "I should tell you", quizá sí valga la pena quejarse y pensar en cuánto se puede hacer en 525.600 minutos. Por otros como "La vie bohème" quizá sea cierto, después de todo, que necesitamos dormir menos. Quizá eso sí sea perder muchos de los minutos que, después de todo, no son tantos.

sábado, 4 de agosto de 2007

Si todo fuera mentira

One more smile I fake
And try my best to be glad
One more smile does the maker make
Because he knows I'm sad

Oh Lord, how I know
Oh Lord, how I see
That only can the maker make
A happy man of me

Rufus Wainwright
'The maker makes'


Si todo fuera verdad,
y si yo tuviera ganas de sonreír de mentira ahora mismo y de ser amable, la vida sería más fácil.

Si pudiera preguntar a alguien, o incluso a ese Dios del que tanto hablan por ahí, "¿Por qué me quieres?", eso sí que me haría feliz. Sabría en ese mismo momento que existe una esperanza, vería la manera de seguir adelante. Y sin embargo, no puedo verla. Ni siquiera veo que ese Dios pueda verme a mí ahora.

Las vacaciones, la distancia de la rutina, la tierna compañía de la voz de un viejo amigo y los planes irreales para un futuro incierto me han permitido mostrar esa sonrisa de mentira en las últimas semanas. Pero todo llega a su fin, y la vuelta al pelotón de la carrera de fondo que todos vivimos no hacen sino recordarme quién soy, qué me pasa y cuántas dudas tengo. Cuánto echo de menos aquellos ojos, cuánto aquellas manos y cuánto me abrigaron aquellos labios.

Si todo fuera mentira, si mañana despertase junto a ellos, sonreiría una vez más. Sabría que ese Dios del que hablan existe y que ya nunca necesitaría preguntar a nadie más por qué me quiere.