miércoles, 20 de enero de 2010

De negro luto



Hace muchísimo que no escribo nada aquí. Sí he escrito en muchos otros sitios, esos en los que firmo con mi nombre y apellidos y pongo mi cara para que quien quiera pueda darme en una y otra mejilla las bofetadas que hagan falta.

Pero no había vuelto por aquí salvo en tres o cuatro ocasiones, para ver si había algún comentario o para acordarme de aquella historia de amor que, pese a lo esperado, tardó en terminar lo mismo que tarda en caer del árbol la fruta en otoño.

Hoy vuelvo a coger esta libreta para apuntar una frase que me dijo un viejo amigo, de esos que guardamos desde los años de la universidad y a quien ves año tras año con menor frecuencia pero con más intensidad.

Recordando los tiempos de clases a las que faltábamos y de noches sin dormir, se quedó mirándome y me dijo: "Yo creo que antes eras más feliz". Así, tal cual. Con la crudeza que da la confianza y la sinceridad de los que se enfrentan a la treintena sin haber resuelto nada en su vida.

Desde entonces, estoy dándole vueltas a la idea. Claro que sé que ahora no soy tan feliz como hace años: sigo enamorado del mismo primer amor que dejé por buscar nuevos horizontes, estoy sin trabajo, vivo lejos de casa y, encima, llevo ya casi cuatro años con el bicho corriendo por la sangre. No tengo ya mucho que ver con lo que era entonces. Pero que te lo digan de esa manera, tan explícita y tan clara, le da al dolor una categoría nueva. Hace que te des cuenta de que el luto ha traspasado la piel y va oscureciendo la imagen que tienen los demás de ti.

Como esas abuelas viudas que un día se vistieron de negro y asumen que ya nunca volverán a disfrutar de la vida, así me siento yo hoy.