Mi mensaje pidiendo audiencia para aclarar las cosas (quién me mandará a mí insistir) ha recibido respuesta:
Y yo pensando en él, acordándome de su nombre, de su cara y de su sonrisa que sólo disfruté unas horas y que se apagó cuando apareció el bicho. No sé por qué, pero se confirma una vez más uno de los grandes misterios de la óptica: cuando aparece el virus en la conversación, todos dejan de verme a mí y sólo ven un microbio.
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