lunes, 11 de octubre de 2010

Me muerdo la lengua

Hoy me muerdo la lengua y no voy a utilizar este blog para contar ninguna historia que me haya pasado. No es necesario, es otra vez (¡otra vez!) la misma y ya la habéis leído... los tres que venís por aquí de vez en cuando.

Hoy solo quiero anunciar que he tocado fondo –o, al menos, algo duro bajo mis pies– y que a partir de ahora solo puedo a ir a mejor. Mañana, aprovechando el día festivo, voy a coger mi coche bien temprano y voy a conducir adonde él me quiera llevar. Probablemente llegue a la frontera más cercana y la traspase por el sitio más insospechado, quizá una carretera comarcal cuanto más alejada de la autovía mejor. Cambiaré, aunque sea por unas horas, de país y de idioma, de paisaje, de mochila. Dejaré, por esas mismas horas, todo atrás y seré de nuevo quien fui hace años. O, mejor, me inventaré un yo distinto.

Lo he hecho varias veces y, la verdad, soy bastante bueno en ello. Soy capaz de aparentar la madurez más serena, la sensatez del adulto, la ingenuidad del adolescente. Incluso, si me pongo, soy capaz de creérmelo durante un rato. A veces me veo incluso desde fuera, como esas personas que salen de su cuerpo cuando están al borde de la muerte, y me veo estupendo.

Mañana es el día. Y claro que luego volveré a casa, a lo de siempre, para dormir y volver a trabajar el día siguiente. Pero ese ratito que sea otra persona, esa carreterita de frontera, me enseñarán que fuera de la caverna hay vida, luz y color mucho más brillantes que en las sombras. Lo bueno, también, es que no tengo a nadie a quien convencer a mi vuelta de que allá fuera todo es mejor. Lo sabré yo, y con eso me bastará.

A dormir. Hasta mañana.

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